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172 madero en primorosa imagen. Pues tronco basto y nudoso eres tú, amada Teófila: deja que el Esposo di- vino te desbaste á fuerza de golpes; deja que te labre con la gubia de la tribulación, hasta que haga de tí la imagen de una santa. Y agradécele ese beneficio, y bendícelo por esos golpes, que han de causar en tu alma una transformación de la cual no puedes ahora formarte una idea clara. Aquí termino, desconsolada Teófila confirmando todo cnanto te he dicho con estas sentencias del Espí- ritu Santo: En el crisol se prueba el oro, y las almas á Dios gratas en el honor de la tribulación (1). El Señor prueba á sus escogidos, como se prueba el oro con el fuego (2). Ya ves que no soy yo el que lo dice, sino el mismo Dios quien ha tenido la bondad de re- velarlo para nuestro aprovechamiento espiritual. Suyas son las dos sentencias que anteceden y suyas las comparaciones del horno y de la imagen que he presentado á tu consideración en esta carta, para que conozcas mejor lo que Nuestro Señor está haciendo contigo, y lo que exige de tí. Secunda con todas tus fuerzas esos designios misericordiosos que Dios tiene sobre tu alma; purifícala tú con ese fuego, lábrala con esos golpes, sin dejar de cortar y pulir, hasta que lo- gres parecerte á tu Crucifijo. Empresa árdua es esta, bien lo conozco; pero si le amas verdaderamente, trabajarás por parecerte, á El, puesto que es con- dición del amor transformar al amante en la cosa amada, como lo hizo con nuestro Seráfico Padre San Francisco, que lo transformó en una viva imagen de Cristo Crucificado. Ese mismo amor era el que hacía exclamar á Santa Teresa: O padecer ó morir, y morir padeciendo para morir como mi Amado, Compárate con estos gigantes de virtud, y verás cuán pequeña eres todayía. (1) Eceli. 11, 5. (2) - Sap. ur, 6.

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