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168 de Dios. Ten entendido que las piedras que ha de co- locar el arquitecto en la fachada del edificio son las que selabran á fuerza de golpes. Las otras que se han de poner en el interior de las paredes se dejan sin labrar; pero las que han de formar el arco de la puerta, y los puntos más salientes del frontispicio, esas han de ser labradas y pulidas con los golpes del cincel y del martillo. Pues piedra labrada quiere Dios que seas tú en el edificio de su Iglesia, y por eso debías recibir con agradecimiento, y no con indignación ni desconfianza, esos golpes que sobre tí descarga la mano piadosísima de nuestro Padre Celestial. Ya sé lo que me vas á objetar: que si tú supieras que esto es así como yo lo digo, te consolarías; que $1 pudieras persu adirte de que Dios te amaba como á hija y como á tal te castigaba, tendrías paz en tu alma, porque un Padre tan amoroso no te dejaría perecer en ese mar de aflicciones; pero que las tinie- blas de tu mente, los peligros y horrorosas tentacio- nes que te cercan,el fuego en que te abrasas y la negra humareda que él leyanta en tu alma, indican que ese Padre se ha convertido en Juez, y el Juez te ha entregado como á otro Job,en manos del demonio, para que haga de tí lo que quiera. Pues aunque lo creas tú así, no tienes motivo para desesperarte; por- que esas son cosas que Dios ha hecho muchas veces con sus santos y escogidos; y, lo que no puede decirse sin dolor y sin espanto, eso mismo hizo El con el Santo de los S: antos, con su divino y amadísimo Hijo, al cual dejó en la cruz en tan grande desamparo, que se vió obligado á exclamar: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿por qué me has abandonado? Pues si así fué tratado el Hijo natural, ¿por qué le ha de caber mejor parte á la hija adoptiva? Y si El, si el Esposo diyino no desconfió por eso, sino que de se;guida encomendó su espíritu en manos del Padre que así le desamparó, ¿por qué la esposa no hace otro tanto tomando para mi R ¡ ll A PIE OT 0
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