BCCPAM000540-5-09000000000000

161 que llevaba siempre sobre si la mortificación de Jesu- cristo (1). Y muchas personas devotas, lejos de seguir en esto á San Pablo, van por un camino muy distin- to. Cosa digna de lástima es, por cierto, ver en el mundo tantas personas mortificadas, no con la mor- tificación de Cristo, sino con la mortificación del diablo ó con la del egoísmo; y hasta parece mentira que se den estas dos clases de mortificaciones, entre personas que frecuentan los Sacramentos. Sin embar- go, es una triste verdad. Entre personas que observan una misma regla, que tienen una misma vida, que profesan unos mismos principios y tienen un mismo director, se nota algo que las diferencia como el día de la noche, algo que las distingue entre sí de un modo maravilloso; y este algo que las distingue es simplemente, que unas llevan consigo la mortifica- ción de Jesús, que es dulce y sufrida, al paso que las otras lleyan encima la mortificacion del egoís- mo, que es amarga é intolerable. Llevar sobre sí la mortificación de Cristo, no quiere decir que transijamos con el mundo ni con los mundanos. ¡Dios nos libre! Lo que quiere decir es que seamos afables y corteses, alegres y sufridos, callados cuando nos reprenden, aunque sea yinjusta- mente; humildes al hacer valer nuestros derechos, suaves al corregir, y dulces al reprender. Lo que quiere decir, es que nuestros modales estén llenos de unción para atraer al prójimo, haciéndole amar el espíritu de caridad que anima nuestras palabras; que interpretemos favorablemente las acciones dudo- sas de los demás; que alabemos gustosa y prudente mente lo bueno que descubramos en los otros; aun- que esté lleno de imperfecciones; que no obliguemos 4 nadie por fuerza á obrar ó hablar de cosas espiri- tuales, sino atrayéndolo más bien con dulzura; que (1) Semper mortificationem Jesu in corpore nostro circunfe- rentes, 1 Cor., 1v, 10,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz