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159 que sería muy acomodado para una persona soltera, será acaso intolerable para otra casada; y el que ven- dría estrecho á una madre cargada de familia, ven- drá ancho y holgado á una doncella virtuosa, dejan- do mucho que desear á su piedad y ásu fervor. Grande equivocación padece en el mundo el que emprende la yida espiritual como si hubiera de ser un cartujo ó un monje de la Tebaida. No hay que confundir la yida interior con la vida monacal y so- litaria; que la inmensa mayoría de los «ristianos, ni pueden habitar en los monasterios ni vivir en los de- siertos, sino en medio del mundo, ocupándose en sus negocios, abriéndose paso á trayés de hombres ya buenos, ya impíos, ora astutos y engañadores, ora sinceros y leales; y por eso, antes de formar un plan debe calcularse todo, tomando las precauciones neoe- sarias y teniendo en cuenta las circunstancias en que cada cual puede encontrarse. Los negocios lícitos y honestos en que se ocupaba una persona antes de em- prender el camino de la perfección, puede (y hasta deberá muchas veces) seguirlos, sin más que sobre- naturalizarlos, teniendo en ellos un fin espiritual, una intención pura y recta que antes no tenían, con lo cual sus obras estarán informadas por el espíritu de Dios y no por el espíritu del mundo, como antes lo estaban. Lo que se debe evitar con cuidado en estas relaciones con los prójimos es el retraimiento dema- siado, la singularidad, la afectación de piedad, las mi- radas reprensivas y otras cosas por el estilo, que ofenden á los que nos rodean y hacen la virtud re- pulsiva y despreciable. Persuádete, amada Teófila, que es de mucha im- portancia para el aprovechamiento espiritual de un alma, que ésta arregle bien sus relaciones con los prójimos, portándose exteriormente de una manera digna; y el descuido en este punto suele inutilizar sus mejores esfuerzos y ser la causa de su poco apro- vechamiento. Conozco personas que en su porte ex-
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