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AENA 154 cen qué aquel es tu genio y carácter, y si estás pron- taá reconocer en tí otras muchas faltas, pero no aque- lla característica de que te acusan, entonces ya es cierto que aquella es tu pasión dominante. Y para comprobarlo mejor, observa si cuando te ves contra- riada y no puedes dar gusto á esa pasión, caes en un abatimiento y tristeza grande, ó, por el contrario, si cuando ella logra su gusto sientes una satisfacción ó alegría extraordinaria; y si esto te acontece, ya no ca- be duda, tu pasión dominante es aquella. Mas para que nodivagues, voy á decirte con llaneza que las pa- siones que predominan en tu sexo son cuatro: el or- gullo, la sensualidad, es decir, la inmortificación ó el gusto refinado de los sentidos; la pereza ó indolencia, y la vanidad, ó deseo de bien parecer, de ser alabada y estimada. No quiero decirte por eso que toda mujer está sometida á lainfluencia de esas pasiones, sino que son pocas, muy pocas, ¡rarísimas! las que no tengan en su corazón un seno muy oculto donde anide algu- na de ellas. Júzgalo por tí misma; observa tus faltas ordinarias, y verás cómo nacen todas de alguna de esas cuatro raíces. Descubierta ya la pasión dominante, ¿qué hemos de hacer? Una dedos: ó6 declararle guerra sin cuartel, Ó renunciará la perfección y á lasantidad; ó dar muer- teá ese gusano, ó resignarse á que roa la raíz y dé muerte al arbolito de nuestra alma. Aquí hay que pe- Jear con valor; hay que ser rigurosa contigo misma, 6imponerte una buena penitencia cada vez que tede- jes vencer de ella; pero penitencia que te llegue á lo vivo, aunque sólo sea por un momento, para que así temas caer de nuevo en la misma falta. Si no lo haces de este modo, tu vida será en el orden espiritual la del Caballero dela Triste Figura: una ridícula parodia de los hechos de los santos. Y ¡ojalá que no fueran tantos los que hacen ese papel en el mundo! pero por des- gracia son muchos. Cuando veo algunos Ministros de Dios, y aun reli- € a

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