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a . todo: que en muchas almas que parecen buchas no reina Dios, (horrible es decirlo, pero es la verdad); no reina Dios, sino el amor propio, el genio, el carácter, el natural, y, en una palabra, la pasión dominante; esta da alas á esas almas para que se remonten á las alturas de una perfección creada por su fantasía, y ellas vuelan hacia allá, no con las alas de la gracia, sino con las alas de simple naturaleza, que son alas de cera, hasta que llega un momento aciago en que esas alas se derriten al calor de otra pasión, y las infelices dan una caída tanto más ruidosa y más tris- te, cuanto fué mayor la altura á que parecían haber legado. ¡Pobrecillas! ¡qué lástima me dan! Las veo subir ufanas, como el globo en el espacio; pero Dios no va con ellas. Las lleva un ímpetu natural; ese ímpetu cesará, y su caída será inevitable; pero ¡qué caída! si no perecen en ella, no serviran más que para iral hospital de incurables, á donde Dios envía los santos inutilizados y los héroes inválidos. ¿Quieres tú, amada Teófila, pertenecer á este número? ¿No? Pues entonces es preciso que te pongas hoy mismo á buscar tu pasión dominante, declarándole guerra sin cuartel. Es verdad que ella es por naturaleza hi- pócrita y disimulada; trata de ocultarse y de apare- cer como virtud para no ser combatida; pero á pesar de eso; noes difícil desenmascararla y conocerla. Veamos de qué modo. Si te examinas atentamente todos los días, al cabo de algún tiempo notarás que la mayor parte de. tus faltas cotidianas proceden de una misma raíz ó de una misma pasión, que guarda mucha harmonía y grande conformidad con tu carácter, con tu tempera- mento y con tu genio. Hecho este descubrimiento, mi- ra si sientes especial repugnancia á combatir esa pa- sión, Ó si te causa pena y tienes que hacerte grande violencia para arrancar esa raíz; y como esto te pase, probablemente aquella es tu pasión dominante. Si á esto se añade el excusarte y defenderte cuando te di-
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