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142 distinta cometer la misma falta por costumbre, por estar el alma dominada de una pasión á cuya tiranía vive sujeta, sin trabajar por adquirir su independen- cia, ni por yencer esa pasión que la domina. En el primer caso se hallan hasta los Santos, que no siem- pre se ven tan libres de imperfecciones como ellos quisieran; y en el segundo las almas, cuyos deseos son aparentes y no reales, vanos y no verdaderos. De las primeras, dice el Espíritu Santo: «Siete veces cae el justo.» Y de las segundas: «Los deseos matan al alma perezosa (1).» Esto no obstante, y juzgando piadosamente, yo creo que en tu poco aprovechamiento hay más falta de destreza que de buena voluntad. Por eso accedo gustoso á tu petición, dándote en esta un arma po- derosa para vencer tus pasiones ó malas inclinacio- nes; un medio muy eficaz para verte libre en poco tiempo de las faltas más ordinarias y que más te dominan, asegurándote de antemano que, como lo pongas en práctica, pronto te verás libre de ciertas imperfecciones, pronto podrás darme la grata sor- presa de que ya has arrancado de tu corazón alguna «lé esas miserias humanas que te dan tanta pena. Ese medio de que voy hablándote es tan prove- choso como desconocido entre los seglares, tan útil como poco usado fuera de los claustros; y ojalá que dentro de éstos fuera tan ejercitado como conviene: hablo del examen particular bien hecho. Este exa- men consiste en pedirse uno á sí mismo cuenta de las veces que ha caído durante el día en aquella falta de que se quiere enmendar. Porque cuando un alma desengañada de las vanidades y miserias del mundo, y entregada al servicio de Dios, se propone practicar la virtud y caminar por la senda de la perfección cristiana, lo primero que debe hacer, para conseguir su objeto, es desarraigar de su corazón (1) Prov. xxtv, 16, y xxi, 25,

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