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138 caminar por la senda de la virtud; á ver cómo él sobrellevó los trabajos, evitó los peligros y superó los obstáculos que le impedían su marcha hácia la patria bienayénturada; á ver cómo venció los enemi- gos que le salieron al paso, para aprender yo también á vencerlos y á triunfar; y si con estos sentimientos leemos los libros piadosos, yo te aseguro que el fruto que sacaremos de su lectura no será corto. Aquí conviene hacer una advertencia muy impor- tante relativa á los libros que se han de leer, porque no todos convienen á todos. La lectura espiritual es alimento del alma, y este como el del cuerpo, debe ser proporcionado á la edad, estado, complexión y salud de cada uno. Hay comidas que á un hombre le harán provecho, y que si las toma un niño, per- derá la salud con ellas. Hay otras que dan salud á un enfermo, y que si las tomara otro. tal vez murie- ra; mientres que no faltan manjares de fácil diges- tión que son buenos para todos; otros que convienen á personas determinadas; otros que harían provecho á muchos y daño á pocos; al paso que otros dañan á muchos y á pocos aprovechan. Por esta causa te aconsejo que consultes con tu director sobre los libros en que has de hacer tu lectura espiritual, no sea que en vez de sacar fruto para tu alma, saques espinas que te puncen, que todo puede ser. Yo he visto personas trastornadas por leer indiscretamente algunos libros buenos que no les convenían: y la verdad, no quisiera que fueras tú una de ellas. Una vez que tengas aprobados y determinados por tu padre espiritual los libros que has de leer, te en- cargo queno dejes ningun día de entretenerte un buen rato en ellos. Mi último consejo en este punto será aquel que San Jerónimo daba á su discípula Eustoquia, hija de Santa Paula: «Todo el tiempo que te dejen libre tus ocupaciones, empléalo en lecturas piadosas; familiarízate con los buenos escritos y nun- ca los dejes de tu mano; que el sueño te sorprenda
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