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137 mida fuerzas para el trabajo y faenas diarias, así la lectura espiritual no la hacemos para distraernos un rato con el libro en la mano, sino para sacar de él pensamientos santos que den vigor al'alma y le sir- van de alimento para no desfallecer en la lucha de la vida humana. Tampoco es el fin de la lectura espiritual adquirir sabiduría, sino devoción. Por eso se debe apartar de ella toda curiosidad ó especulación del entendimien- to, procurando que la voluntad sea la que tome en ella la mayor parte. No conviene, pues, leer muchos libros ni pasar de una vez muchas hojas, por que eso cansa el espíritu en vez de recrearlo; eso satisface, cuando mucho, al entendimiento, dejando seca á la voluntad, y esto no es lectura espiritual. Ya lo dijo un poeta: Leer por sólo leer es necia puerilidad, y vana curiosidad eer por sólo saber: mas so para mover nuestro tibio corazón y encenderlo en devoción y amor del bien celestial, es lección espiritual y esa es la buena lección. En cuanto al modo de hacerla, quiere San Agustín que al tomar en nuestras manos un libro devoto, nos figuremos que es una carta quo nos envía del cielo su santo autor, dándonos noticia de lo que allí pasa, 6 de lo que hemos de hacer aquí, para ser como ellos fueron; y así, al comenzar la lectura, hemos de excla- mar: Á yer qué noticias tenemos del cielo y de la otra vida; á ver lo que pasa allá en nuestra patria, á donde pienso llegar pronto con el auxilio divino; á ver lo que me dice este Santo del modo de caminar por este destierro miserable, de manera que no me pierda, ni me extravíe, ni me fatigue ni me canse de

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