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santa que los Santos, y conseguir lo que ellos no pu- dieron? Te repito que es bueno querer esto, y. traba- jar por conseguirlo; pero sin turbación, sin inquie- tud, sin quejarte, porque Dios no te da lo que tú no puedes recibir, por falta de capacidad actual para ello. Haz de tu parte lo que puedas, y quédate tran- quila, que Dios no pide al alma ningún imposible, y es imposible que vivas en la tierra tan endiosada como los justos en la gloria. Dejo á un lado el origen de tu sequedad y de las causas que hayan contribuido á su aumento y des- arrollo, para darte un remedio, que si no la quita del todo, la disminuye mucho; y este es la lectura espiritual bien hecha; de ella dijo San Bernardo, que destiérra la tristeza, produce la verdadera alegría, alimenta el alma, ilumina el entendimiento y en- ciende la voluntad en santos afectos. De ella afirma San Jerónimo (y en especial de la lectura de los li- bros santos), que encierra en sí el fuego sagrado que enciende al alma y la purifica de sus vicios, y por eso los santos fundadores de las religiones la enco- mendaron tanto, y la pusieron de regla cada cual en su instituto. Y no solamente estos Santos, sino que hasta el mismo apóstol San Pablo la recomendó de un modo eficaz á un tan grande santo como fué su discípulo Timoteo (1), porque sabía muy bien que en ella estaban contenidos todos los bienes que acabo de mencionar. Y como entre esos bienes merece particular aten- ción el desterrar la aridez del alma, inflamando la voluntad en santos afectos, por eso te la recomiendo como medicina para tu mal. ¿Y cómo no se infla- mará tu espíritu, leyendo (verbi gracia) las vidas de los Santos, si atentamente consideras los grandes ejemplos que nos dejaron? ¿Y qué será, sl de las (0 +1L* 1v,:18.
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