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122 tosas, y esa delectación que traen consigo, nos deja perplejos sin saber silas consentimos ó no, poniéndo- nos así en peligro de consentirlas. Algunas de esas tentaciones son muy frecuentes, y entonces encierran en símuchos peligros, porque podemos familiarizar- nos con ellas, y perderlas el miedo; y cuando esto no suceda, su misma frecuencia nos cansa, nos fatiga, y casi nos rinde. A veces las tentaciones son muy per- sistentes, duran mucho tiempo, y en este caso el ma- yor peligro consiste en que duren ellas más que nues- tra resistencia. Peroen todas las tentaciones, sean breves 6 duraderas, violentas 6 suaves, frecuentes 6 tardías, tenemos un motivo de consuelo, además de los que dejo indicado anteriormente. Cuando en gue- rra declarada ataca el enemigo una fortaleza, buena señal: señal que esa fortaleza no es suya; y mientras más bombas arroje sobre ella, tanto mejor; eso indica que la fortaleza no se le rinde. Pues del mismo modo, cuando no tenemos conciencia de pecado mortal, y el demonio nos asalta, buena señal: eso es indicio se- guro de que no le pertenecemos: y cuando los malos pensamientos vienen sobre nosotros, como proyecti- les sobre ciudad sitiada, mejor señal; eso es prueba que no damos entrada al enemigo, que no consenti- mos en la tentación, porque, desde el momento que se consiente, acaba la lucha y comienza la amargura del remordimiento. Por eso, aunque caigan sobre tí las tentaciones co- mo las gotas de agua en tiempo de lluvias, y se su- cedan con tanta violencia como los truenos en día de tempestad, no temas, que esos truenos sirven para purificar la atmósfera, y aquellas lluvias para ferti- lizar la tierra de tu alma. No es fácil decir en pocas palabras los bienes que la tentación trae consigo, porque ella nos llena de un temor santo, nos da hu- mildad, nos arraiga en la virtud, nos aumenta la gra- cia, mortifica el amor propio, nos retrae ó aparta del mundo, nos hace acudir á Dios, nos adiestra en la

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