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120 didas las disposciones de tu espíritu, no temo afir- mar que sería dispar atada. Pampoco sé 5 la contesta- ción que dan: ella los intér rpretes sagrados, por: ¡ue i no he tenido ocasión de registrarlos; pero si sé. la contestación que debía dar, si á míse me hicierá esa pregunta. Señor, respondería, el que no ha sido tentado no sabe nada: no sabe lo que es él mismo, nilo que Tú eres, nilo que es tu gracia, nilo que es tu amor, ni lo que son tus consuelos ni lo que es la amorosa providencia con que vela por nosotros. ln El que no ha sido tentado, ignora lo que es la triste- za santa, la humildad verdadera, el desprecio de sí | mismo, el disgusto del mundo, la purificación del 1 alma, el fervor del espíritu, el aprecio de la gracia, la firmeza de la virtud,el gozo de la victoria, y la corona del triunfo. Todo esto y mucho más ignora quien no ha tenido y observado en sí mismo esos : fenómenos extraños de las tentaciones, porque ahí 11 es donde se aprende todo cuanto sabemos en la vida e espiritual, de Dios y del hombre, del mundo y del demonio, todo lo más subido de la ciencia mistica. Por eso se ha dicho con yerdad, que saberse portar y j gobernar bien un alma en las tentaciones, es cosa E más difícil que gobernar un imperio. | Almas hay que creen ser tiempo perdido el que se emplea en combatir las tentaciones. ¡Necio error! Nunca puede ser tiempo perdido el que gastamos en hacer la voluntad de Dios, y cuando nos sentimos ! tentados, es la voluntad de Dios que rechacemos la tentación enérgicamente. Sucede con frecuencia que pasamos el día tranquilamente en nuestras ocupacio- i nes ordinarias: llega la hora de la oración ó del rezo, | y sentimos sobre nosotros una turba de tentaciones que nos ponen de mal humor. Esto nos mueve á i suspender el rezo 6 acortar la oración bajo el espe- cioso pretexto de que allí no hacemos nada, y ofen- demos á Dios con nuestras distracciones. ¡Ay del alma, sida crédito á esa persuasión del enemigo,
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