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105 si es posible, no se aperciba aún la mano derecha de lo que hiciere la izquierda. Pero no todo son dificultades y peligros en las mortificaciones: tienen también sus ventajas y pro- yechos; es un arbol que produce frutos muy dulces y sabrosos. El primero deellos es un gozo espiritual que nos hace despreciables todos los placeres y delei- tes del mundo.Es cosa probada que la alegría de espíritu desciende sobre el alma mortificada, como el rocío sobre el campo. Santa Teresa de Jesús envió una vez á su hermano Don Lorenzo un cilicio, y la causa que le movió á ello, según dice la Santa en su carta misiva, es el contento tan grande que el alma siente cuando hace algo por Dios, tan grande que (dice ella) no quiero lo dejemos de probar. Por esta razón, toda persona que se mortifica discretamente está de ordinario llena de paz y alegría, y esto la tiene libre de afectos terrenos, entendiendo por afec- ción terrena todo lo que no sea cumplimiento de un deber. Otro fruto de la mortificación es aumentar la lin- tensidad de nuestro amor; tanto, que algunos San tos llaman á la mortificación el amor de Jesús puesto en práctica. Probado está que el amor se alimenta de privaciones y sacrificios hechos por la persona amada; y estos sacrificios y privaciones preparan el corazón para mejor sentir el fuego del amor y ofre- cerse á nuevos sacrificios. Tanto es esto verdad, que el mejor de los amores, dice Jesucristo, es dar la vida por quien se ama. Si sentimos, pues, que se apaga en nosotros la dulce llama del amor divino, mortifiqué- monos, que la mortificación avivará el amor y éste á la mortificación. De aquí se sigue una consecuencia muy consoladora, y es quela mortificación nos dis- pone para la oración, lo cual es otro de sus frutos. Sin la oración es cierto que no seremos muy mortifi- sados: pero sin mortificación es imposible alcanzar el don de la oración, por ser aquella el único medio

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