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100 tensidad del amor divino y de la intención sobrena- tural que las acompañe. La pena física tiene su valor, pero es muy pequeño, si se le compara con el afecto dé la voluntad. Por eso en la práctica de estas mor- tificaciones debemos tener siempre presente la Pa- sión de Jesucristo y los dolores de su divina Madre, para unir nuestros tormentos á. los suyos, nuestra pena á la de ellos, y así juntos ofrecerlos al Eterno Padre por la intención preconcebida. Las mortificaciones privativas tienen por objeto la guarda de los sentidos, privándonos de algún placer lícito que por medio de ellos se pudiera gozar. Estas mortificaciones son quizá más provechosas que las anteriores, y aunque uno se exceda en ellas, no hay tanto peligro. Lo único que aquí se debe evitar, es la singularidad y la afectación, porque estas cosas hacen ridícula la piedad, mientras que la discreción, naturalidad y llaneza le dan cierto atractivo. De la mortificación de los sentidos puede decirse tanto, que sobre el particular hay escritos libros enteros. El Padre Scaramelli tiene tantos capítulos como palabras pienso decirte al tratar de este punto. Los sentidos pueden mortificarse de muchos modos, se- gún lesugiera á cada uno su fervor y piedad. Son excelentes actos de mortificación los siguientes: Lle- rar la vista recogida, y dejar de mirar cualquier cosa que nos llama la atención Ó excite nuestra curiosidad; privarnos de oir aquello que escucharía- mos con placer; dejar de oler una flor ú otro objeto oloroso que nos viene á mano; abstenernos de alguna fruta ó bocado sabroso; escoger en la mesa con disi- mulo lo que menos nos gusta; no tomar nada fuera delas horas de comida sin necesidad; guardar algu- nos ratos de silencio; callar cuando nos contradicen; estos y otros semejantes son actos de mortificación muy provechosos, y que ayudan mucho para alcan- zar la perfección. Ellos nos hacen gratos á Dios, y atraen sobre nosotros las bendiciones del cielo.
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