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98 les da la espiritual que le enneblece y fortifica. Nadie la practicó jamás, sin sentirse mejorado con su prác- tica, El joyen adquiere con ella la energía de la mo- cedad, los mozos la madurez del anciano, el anciano la prudencia de los sabios, lós sabios la virtud de los héroes, y los héroes la santidad de los santos. Todos estos prodigios obra la mortificación en el hombre, porque tiene la virtud maravillosa de cam- biar radicalmente la economía de nuestro ser. Ella doma la rebeldía de la carne, la carne pone freno á sus apetitos desordenados, los apetitos desordenados se someten al imperio de la voluntad, la voluntad sujeta su imperio á la dirección del entendimiento y éste, guiado por la fe, marcha vía recta por la senda de la virtud, conduciéndonos á nuestro eterno destino. Todasestas maravillas juntas las obra el alma que, revolviéndose contra sí cop ímpetu generoso, mortifica su carne para que no le extravíe, ó castigue en ella los pasados extrayíos. No sé qué más decir para encarecerte la necesidad, conveniencia y nobleza de la mortificación; y sin embargo, queda tanto que decir sobre las frutos y provechos que trae al alma el practicarla, que con ello se pudiera formar un libro. Tal vez te hable de este asunto más adelante. Ahora sólo te advierto que viven equivocadas aquellas personas que miran á la mortificación como un simple consejo de perfección, cuando en realidad es uno de los preceptos evangé- licos. Es verdad que la mortificación llevada hasta cierto grado ó practicada como la practicaron algu- nos Santos, sólo es de consejo; pero la mortificación en sí misma y hasta cierto punto, es de precepto, y necesaria para salvarse. Esta mortificación puede ser interior y exterior, siendo sin duda alguna mucho mejor la primera que la segunda; mas te advierto, por ser este un punto muy importante, que sin mor- tificación exterior, no puede haberla interior; y que por consiguiente, hemos de empezar por aquella: en

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