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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA “Y ordenan sus leyes justisimas y sacrosantas, ya lo man- den bajo pena de pecado y condenación eterna, ya lo prescriban sin esta pena y rigor. En tercer lugar, le debemos todo lo que podemos hacer por su gloria y en su servicio, aunque Él no lo mande bajo n nguna pena, porque todas nuestras obras, palabras y pensamientos le son debidos por el solo título de Criador; pues que bajo todos los conceptos posibles Él es nuestro Señor y nosotros sus siervos, El nuestro Hacedor y nosotros hechura de su mano poderosa. Es verdad que en el lenguaje católico se llaman obras de supererogación, aquellas que Dios no manda expresamente, como son los consejos evangélicos, dejados por Él á la libre elec- cion y práctica de los fieles; pero en realidad de ver- dad, miradas las cosas como son en sí, y con relación á lo que merece la Majestad infinita de Dios, no existen tales obras de supererogación, porque no puede haber por nuestra parte ningún acto de adoración, que á Dios no sea debido. ¡Nó! Por mucho que el hombre haga por su Dios, nunca hará tánto, nunca obrará tan abundan temente que pueda pagar por entero su deuda, y satis- facer cumplidamente la obligación que para con Dios tiene. Siempre, por más que haga, se verá alcanzado en la cuenta divina; siempre será deudor á su soberano y eterno Señor. Por esto nos dice Jesucristo en su evan- gelio, que, después que hagamos cuanto nos sea posible en obsequio de nuéstro Padre celestial, nos pongamos en su presencia y humildemente digamos: Siervosinúti; les somos: lo quedebimos hacer, eso hicimos. (Luc. 17). Eso significa también la palabra justo, nombre con que distinguimos á los santos y siervos de Dios que han trabajado mucho por su gloria y han hecho por su amor obras heróicas, superiores á las fuerzas humanas; y esa palabra justo indica que todo lo que hicieron no fué más que cumplir un deber de estricta justicia, y aun

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