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58 LA VIDA RELIGIOSA dado que cuando lo tenga cubierto con el velo de la modestia y de la humildad. Hay que guardar, por úl- timo, la viña de los transeuntes, porque como el fruto de ella es tan apetitoso, se le antoja á todo el que lo ve; de donde provino aquel cantar que dice: a. TA in a i Nadie plante su viña ! Junto á un camino, ' Porque todo el que pasa Coge un racimo. Así hay almas religiosas que tienen tan mal guar- dada su viña, que dan lugar á que entre en ella y se la vendimie todo el que quiere. Todo yente y viniente que pasa cerca, se mete por ella como por viña vendi- b miada, buscando con qué regalarse, sin que ellos le - ' den el alto, ni le pregunten adonde van. Si nó, dime: ' ¿Cuántos deseos, cuidados, palabras y pensamientos salen y entran en el alma de muchas personas religio- sas, sin que ellas les pidan el pasaporte ni les pregun- ten lo que hacen? ¡Cuántos deseos inmoderados! ¡Cuán- tos cuidados sin fruto! ¡Cuántos pensamientos tristes! : ¡Cuántos pretextos mendigados! ¡Cuántos escrúpulos A AAA A A A A A AA A impertinentes! ¡Cuántas ocupaciones inútiles! ¡Cuántas palabras ociosas! ¡Cuántos afanes sin objeto! ¡Cuántos desvelos por niñerías de ningún valor! ¿Y qué son to- das estas cosas sino transeuntes que se llevan el fruto de la viña? Y mientras tanto el alma se está cuidando, tal vez, de lo que no le importa. No seas tú así, Sor Margarita; te diré para termi- nar. Guarda tu viña, para que no entre en ella algún astuto dañador. Atiende á tu viña y no te cuides de la ajena, que bastante tienes con la tuya. Mira que no es viña tuya, ni mucho menos Viña del Señor, la negra honrilla, las comodidades, el cargo honroso, las amis- O
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