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nr” ' Ó CARTAS Á SOR M ARGARITA y mi corta vida arrancados del fertil suelo de la Reli. gión. Pero, en fin, nosotros por dicha nuestra permanece - mos aún en esta Viña del Señor, y á pesar de nuestras miserias queremos dar fruto; y aún creo yo que tú, amada hermana, como vid frondosa enlazada al olmo, estarás cargada de dulces racimos. ¿Qué más se te pue- de pedir? Pues, una cosa muy sencilla, que guardes ese fruto con mucha vigilancia, para que no tengas que llorar un dia como la Esposa de los Cantares que decía: “Me pusieron de guardia en mi viña, y yo, no la guardó. ¡Triste de mi!, Y claro está, que el que no guarda su viña, no es extraño que á lo mejor se quede sin uvas. Este fruto es muy agradable á todos los ani- males del campo, á todas las aves del aire y á toda cla.- se de insectos; y de todos ellos lo hemos de guardar con diligencia, no nos roben nuestra cosecha. Es muy facil que las Zorras, amigas de la uva, vengan de noche, ó el javalí de dia, y nos destrocen la viña, por lo cual hemos de estar siempre á la mira para espantarlos. ¿Cuántas vecus viene á deshora un mal pensamiento, que, si nolo rechazamos pronto y con energía, nos ha.- ce más daño que un zorro en una viña? ¿Cuántas veces un arranque de soberbia nos quita el fruto de la humil- dad? ¿Cuántas veces un ímpetu de ira nos hace faltar á la caridad 6 á la obediencia? ¿Cuántas veces una afi- ción desordenada á cualquier objeto nos hace prevari- ar en poco ó en mucho la santa pobreza? Y ya que de esos animales dañinos tengamos libre nuestra viña, no la tendremos ciertamente de avispas y de abejas que siempre se atreven al racimo y buscan los más dulces y los mejores, tanto que, para preser- varlos de ellas, es menester cubrirlos con fundas de gasa ó redecillas de alambre. De donde debe entender el alma religiosa que nunca tendrá su fruto mejor guar-
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