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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 55 fuerte valladar., Viñas de Cristo son sin duda alguna todas las Ordenes religiosas, y viñas plantadas por Él en terreno pingúe y abundante. Una vez plantadas las rodeó de vallados para defenderlas de los asaltos del ganado campestre y del paso de los caminantes; y es- tas cercas son, no solamente las reglas y estatutos que la separan del resto del mundo, sino también la custo- dia y tutela de los santos ángeles que nos asisten, alientan y enseñan con sus santas inspiraciones. La poda que en esta viña se acostumbra es tan com- pleta, que no deja nada que desear; porque en ella se pasan dias, meses y años en ir cortando todo lo supér- fluo, para que las vides se crien rectas y derechas ha- cia el Cielo, buscando siempre la gloria de Dios. Y si alguna planta, por el buen cultivo que tiene, se carg: demasiado de pámpanos ó de racimos, los superiores, como hábiles podadores, van arrancando con cuidado unos y otros, para que no den más hojas ni más frutos de lo que pueden llevar. Conocen ellos muy bien la carga que puede soportar cada uno, y así la distribu- yen con equidad. A la vid lozana y frondosa la dejan llevar cuantos racimós puede, porque si no la obligan á dar fruto, dará mucho follaje; y á la planta que ven endeble y envejecida, la descargan de racimos para que no trabaje sobre sus fuerzas. Pues labradas y cultivadas con tanto esmero las cepas de esta Viña del Señor, claro está que Él debe es- perar recoger de ellas una cosecha abundante; más ¡Qy! ¡aquí es donde viene lo triste y lo doloroso! Bien previó el Profeta lo que había de pasar en algunas cepas de esta viña, cuando dijo: “Voy á cantar las tristes ende- chas que ha de cantar mi Amado á su viña: El la plan- tó de sarmientos escogidos, edificó una torre en medio de ella, y construyó en la torre un lagar, esperando que la viña produjera uvas, y no produjo más que

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