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50 LA VIDA RELIGIOSA manda Dios sus aguas por primorosos canales, que las van distribuyendo por igual, haciéndolas llegar al tronco de todos los árboles, y al pie de todas las plan- tas con grande gozo del hortelano, que no cesa de can- tar mientras le dura tan grata faena. En otras ocasio- nes vienen secos los acueductos por la escasez de las lluvias, y entonces quiere nuestro Señor que reguemos con nuestra propia industria y artificio, poniendo en movimiento la noria y los arcaduces, para sacar el agua que necesitamos á fin de que no se seque el huer- to. Esto es más trabajoso que lo anterior, y no da tan buen resultado; pero hay otrás ocasiones de más fati- gas, y es, cuando la noria no puede andar por haberse trastornado. Entonces tiene uno que sacar el agua del pozo á fuerza de brazos, fatigándose y rindiéndose, para que nose le sequen las flores, ya que no le sea posible tener el jardín bien regado. Y lo peor de todo es que algunas veces venimos á sacar agua y seencuentra uno seco el pozo, á causa de la grande sequía que se padece. Y si por ventura el pozo no se seca, siéntese uno lánguido y sin fuerzas para sacar el agua, desfa- llecido y sin aliento, como si estuviera enfermo; de modo, que si nose acordara el alma del agrado y com- placencia que Dios tiene de verla trabajar y padecer, y sino temiese perder todo lo que tiene servido á tan gran Señor, presto lo dejaría todo, aunque murieran las flores y las plantas; pero es tan bueno nuestro Di- vino Salvador, que, cuando para probar al alma, per- mite que halle seco el pozo, ó ella quede como desma- yada y sin fuerzas para sacar el agua, entonces Él, haciendo muestra de su omnipotencia, sin agua ni riego sustenta los árboles y mantiene frescas las flores de nuestro jardín. Por esta razón quisiera yo que no desconfiáramos nunca de Dios, aun cuando nos veamos en tan grandes
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