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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 49 Y no vayas á pensar que el tenerlo bien arreglado sea tarea facil y de pocos días, porque es tarea difícil y detoda la vida. Primeramente tenemos ese jardín en tierra pujante y muy fecunda, pero al fin tierra maldi- ta por Dios, y por serlo, de sí misma no produce otra cosa que abrojos, espinas y maleza, con tanta mayor fuerza y abundancia, cuanto más fertil es de suyo; y esto bien se ye que exige un trabajo continuado, por- que así como el buen hortelano cada dia arranca con cuidado la mala hierba que nace en su huerto, y sólo deja la buena semilla que le ha de producir frutos; así también nosotros hemos de arrancar eon diligencia las faltas é imperfecciones, que brotan en nuestro corazón tan fácilmente como la hierba en el A2MPO; y no hemos de dejar en él más que las buenas obras, y las inclina- ciones nobles, que son las que nos han de producir flo- res de virtud y frutos de santidad. Y como la tierra de regadío siempre está produciendo nuevas hierbas, de aquí la necesidad de andar siempre con el azadón en la mano, cortándolas de raíz, para que no chupen la sus- tancia del terreno, ni sofoquen á las demás plantas. En segundo lugar necesita este jardin de aguas con qué regarse, y estas aguas no vienen en dias seña- lados y fijos, como acontece en las grandes acequias y canales de riego; sino solamente en los dias que quiere enviarlas el Dueño absoluto de nuestro huerto, porque Él es el que tiene en su mano poderosa las llaves del depósito inmenso de sus gracias para soltarlas cuando le place; y esto exige también una contínua vigilancia por parte nuestra, para no recibir en vano ese don de Dios. Este huerto es regado unas veces con lluvias fe- cundantes, que Dios se complace en derramar sobre él, y en este caso el hortelano nada tiene que hacer, sino recibir con hacimiento de gracias ese beneficio so- berano. Otras veces falta el rocío del cielo, y entonces 4
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