BCCPAM000540-5-07000000000000

ma A 48 LA VIDA RELIGIOSA mienza á hacer un huerto en tierra muy infructuosa y que lleva muy malas yerbas para que se deleite el Se- ñor. Su Majestad arranca las malas yerbas y ha de plantar las buenas... y con la ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan á echar flores que den de sí gran olor, para dar recreación á este Señor nuestro, y aun se venga á deleitar muchas veces á esta huerta, y á holgarse entre estas virtudes,,. Y en el capítulo cator- ce añade: “Regálame esta comparación, porque muchas veces en mis principios... me era gran deleite conside- rarser mi alma un huerto, y al Señor que se paseaba en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes que comenzaban, á lo que parecía, á querer salir, y que fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y cortase las que quisiese, que yo sabía habían de salir mejores. ,, El mismo Dios en la Sagrada Escritura llama al alma huerto cerrado; pero es de saber que este huerto no tiene más dueño que Jesucristo, ni puede entrar en él otro hortelano que el alma misma, que por eso se llama huerto cerrado y cercado con fuertes muros; mas así como en los jardines, por bien cercados que estén, pueden penetrar las aves del cielo y destrozar las flo- res, así también en este jardín del alma pueden pene- trar aves nocturnas, y destruirlo, si con tiempo no las espantamos. Siendo pues, en realidad, la religiosa se- mejante á un jardín bien cercado, y no pudiendo pene- trar en él más jardinero que el alma misma, y no te- niendo este jardinero otra cosa que hacer sino cuidar de su jardín y hermosearlo; claro está, querida Marga- rita, que la mañana y la tarde, el día y la noche, las semanas y los meses, y toda la vida debemos pusarla en cultivar nuestro hermoso huerto.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz