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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 35 rejas; esta religiosa tarde ó temprano acaba por divi- dir su corazón entre Dios y el mundo, cae en la tibie- za, y con ella en pecados ó faltas habituales que insen- siblemente la apartan de Dios; porque sabido es que el pecado no es otra cosa más que separarse uno de Dios: aversio a.Deo le llamó Santo Tomás de Aquino. Y tú me preguntas con mucha candidez, si esto puede ser, si es posible que la ovejita amada huya de los brazos del buen Pastor; y no sólo es posible, sino real, y por desgracia harto frecuente. Cuánto amargue esto al Corazón divino de Jesús y cuánto sea (á nuestro modo de entender) el sentimiento que tamaña ingrati- tud le causa, son cosas que yo quisiera expresártelas con toda la viveza posible, porque bastarían para en ternecer corazones empedernidos; cuanto más al tuyo, que de su natural es tierno y afectuoso. Un alma que soñando conoció algo de esto, lo contaba después emo- cionada de la manera siguiente: “En aquel misterioso sueño me pareció estar delante del divino Jesús, que rodeado de ángeles, me miraba ¡qué rostro el suyo! Los pinceles de Murillo jamás han pintado un rostro como aquel. Y volvió 4 mirarme, en- treabrió sus labios y me dijo: “Yo soy el buen Pastor...,, con ojos lánguidos y amorosos: ¡Qué mirada aquella! Señor, ya lo sé, iba yo á contestarle: pero me detuve, porque el sonido de sus palabras era tan mágico y pro- ducía tal encanto á mi alma, que no pude interrumpir- le; y Jesús continuó: “Soy el buen Pastor... y un dia ví al lobo enemigo que sagazmente acometía y se llevaba arrastrando á uno de los corderos más hermosos de mi rebaño. Yo como le ví, salí tras él corriendo, para quitarle mi ino- cente corderillo; y el lobo, al verse perseguido, lo soltó en el suelo, pero tan maltratado, que daba compasión de verlo. La sangre roja manchaba su blanca lana, y

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