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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 27 Pero tú dirás: Figúrese, Padre, que yo voy al coro como las otras, ayuno como las otras, tengo mi oficina como las otras, rezo como las otras, trabajo como las otras, no me meto con nadie, ni falto á ningún acto de comunidad; ¿qué más se me puede pedir? ¿No cumplo con esto?—Pero, hija, te diré yo, ¿con todas esas cosas que tú haces, llenas el objeto para que Dios te trajo al convento? ¿Tú crees que Dios te llamó á la religión só- lo para eso? ¿Piensas que Dios te puso dende estás, sólo para asistir á los actos de comunidad, rezar de prisa el divino oficio, hacer la oración de cualquier modo, y luego pasar el resto del dia paseando por ca- sa, charlando con las hermanas, entretenida en pasa- tiempos, fomentando vanidades, haciendo labores de tu capricho, ó tu santa voluntad? Pues, si esto piensas, te engañas miserablemente. No te puso Dios ahí para eso; entiéndelo bien: Posui vos ut eatis: te puso para que adelantes, te aproveches en espíritu y crezcas en perfección. ¿Lo has hecho así? Pues entonces nada tengo que decirte; pero, sino lo has hecho, eres reli. giosa no más que de nombre. La razón es bien patente; porque una cosa sólo es buena, cuando llena el objeto para que fué hecha. Una pluma hecha para escribir, si en vez de letras, no hace más que borrones, es una pluma de puro nombre que merece ser tirada á la ba- sura. Pues del mismo modo, una religiosa traida por Dios al claustro para adelantar en virtud, sino adelan- ta, es religiosa de solo nombre, es un arbol seco en tiempo de primavera, arbol que sólo merece ser corta- do y arrojado al fuego. Muy engañado vive quien crea que le basta á un religioso con no querer ofender á Dios, ni hacer mal á nadie, porque esto no es sino la mitad de sus obliga- ciones, y la mitad más fácil de cumplir. La otra mitad, que es la más dificil, consiste en ese adelanto continuo

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