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Y ARRULLOS DE PALOMAS 437 Mas ya que de nuevo te he hallado; ya que otra vez me das entrada á la mística bodega, donde embria- gas á las almas en tus divinos amores; ya que muestras así haber perdonado mi insipiencia, habla, Jesús mio, habla y dile á mi alma muchos y enternecidos amores. Habla, Amor mio, y suene tu voz en mis oídos, que sueco melodioso basta para derretir el corazón. Habla una de esas palabras sustanciales que ilumina el en- tendimiento, aficiona á la voluntad, enciende los afec- tos y deshace de gozo al alma Tu palabra omnipotente hace lo que dice: Dijo: hágase la luz, y la luz fué hecha; dijo: germine la tierra, y toda ella se cubrió de árboles y plantas. Dile, pues, ádla tierra de mi corazón que brote flores de virtud y frutos de santidad, que si tú lo dices, poderosa es tu palabra para hacerlos brotar. Háblame, Jesús mio, y que tu dulce voz Resuene en mis vidos Contínuamente, Como suenan las olas Del mar hirviente; Que su sonido Al corazón lo deja De amor herido. Amor que de él se escapa A borbotones, Envuelto entre suspiros Y entre canciones; Como en la hoguera Brota la llama y busca Más alta esfera... Pero tengo mis temores, Jesús mio. Temo que me dés quejas y me preguntes como al ingrato Pedro, si te amo. Dime, ¿acaso dudas de mí? ¿Sospechas de mi fi- neza? ¿Desconfias de mi amor? Razón tienes para du-
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