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Y ARRULLOS D PALOMAS 423 presencia, como se arroja un niño en los brazos de su madre; y cuando fijo mis ojos en tu altar, tú enjugas mi llanto, y me haces sonreir, como sonrie el marino cuando al rayar la aurora descubre entre la espesa bruma las cercanas costas del puerto deseado. ¡Sí, Jesús de mi alma! tu altar es para mí la costa de mi esperanza, y tu Sagrario dulce puerto en el mar de mis pesares. Aquí en tu presencia olvidome del mundo y de que soy mortal, y por lo mismo peregrina: deslízanse las horas veloces como el rayo, y delicias celestiales consuelan mi dolor; porque al verte en ese altar, como compañero de mi destierro, se me hace más agradable la vida, que momentos antes parecía aborrecer; y ena- genada de goces celestiales, te canto mis amores y te doy mi corazón. Mas.... ¡ay Jesús mio! ¿Qué sonido es ese que ha llegado á mis oidos, haciendo suspirar á mi corazón de pena? Ah! el insensato reloj que me anuncia ser llegada la hora de tener que separarme de ti! ¡Cruel! ¿Por qué vienes tan presto á despertarme de este dul- cisimo sueño? ¿Por qué caminas tan lentamente, cuan- do yo con amorosa impaciencia espero ver llegada la hora feliz de venir á la presencia de mi amado? ¿Y por qué corres tan veloz, cuando yo, olvidada de todo lo terreno, le cuento mis amores, gozando en esta dulee soledad de su amable compañía? ¡Ay! desde estas rejas, contemplando tu altar, dulce bien mio, se me pasan las horas rápidas y fugitivas! Pero ¿quién tiene poder para arrancarme de aquí, Jesús de mi alma? En tu presencia me olvido que soy mortal y que mi naturaleza debil y terrena me exige el reposo y el descanso impuestos por la obediencia. ¿Reposo? ¿descanso? Pero si yo reposo, si yo descanso en tu presencia, encanto mio! El cuerpo flaco es el

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