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404 FLORES DEL CLAUSTRO influjo sobre mi corazón, que lo enternece y eleva. Por eso la Sacristía es mi oficina predilecta. ¿Y cómo no, si ella es como el tocador y el tálamo de mi Esposo divino? ¡Ay, Jesús de mi alma!, entodas partes he podido considerarte como Dios, como Padre, como Rey, como Salvador.... pero en la Sacristía no puedo considerarte más que como esposo amante de las almas. ¡Cuántas veces al preparar las formas para la co- munión he llorado, pensando que era el traje bajo el cual ibas á entrar disfrazado en mi corazón! ¡Cuántas veces he besado arrodillada el caliz donde se había ofrecido“al eterno Padre tu sangre preciosa de más valor que millones de mundos? Cuántas veces cogía la llave del Tabernáculo, me la colgaba al cuello y me iba á la reja que da á tu Sagrario para entretenerme contigo, diciéndote que te tenía encerrado y que no te podías escapar? ¡Cuántas veces, yo solita, desdoblaba el corporal que había servido en la misa, y posando en él mis labios y con ellos mi corazón decía: Aquí estuvo esta mañana! Este lienzo envolvió su cuerpo sacratísimo! ¡Cuántas veces me quedaba como tonta, contemplan- do los ornamentos sagrados, los ramos de flores, todo lo que servía para el culto divino, y volvía en mí ex- clamando: ¿Estas son las galas de mi Esposo Sacra- mentado? ¿Y por qué no decirlo todo, si la obediencia lo or- dena? Vez hubo en que el mucho trabajo me fatigaba el cuerpo y me inquietaba el alma; y entonces me iba al sagrario y le decia: Amor mio, ¿lo ves? inquieta y fatigada estoy, y sé que la inquietud no te es agrada- ble; quítamela, pues, que yo no me voy de aquí hasta estar tranquila y fortalecida para el trabajo. No te disgustes, Bien mio, porque te hablo con libertad.
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