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! . | i y 400) FLORES DEL CLAUSTRO do el universo; y recito en primer lugar el himno del profeta: Venite exultemus Domino. Venid, venid y alabemos Al Señor, llenos de gozo, Loemos con alborozo A Dios nuestro Salvador. Lleguemos á su presencia, Su grandeza confesando, Salmos alegres cantando En su alabanza y honor. etc. Algunas horas del dia las empleo en oración devo- ta, meditando la pasión de Cristo, ó los beneficios divi- nos; me examino detenidamente en la presencia de Dios para ver mi adelantamiento ó mi atraso en el mes transcurrido, y estimularme así al cumplimiento de mis deberes; y este acto lo termino siempre con el ejercicio de la muerte, que viene á ser un ensayo, una represen- tación viva de lo que he de hacer y me ha de pasar, el dia en que mi alma se aparte de mi cuerpo, y se despi- da de todo lo visible para comparecer en la presencia de su Dios. Pero mi ocupación favorita en este dia es hablar en silencio con el Esposo de mi alma, darle quejas amorosas y decirle muchas veces con San Juan de la Cruz: ¿Por qué, pues, has llagado Aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues, me lo has robado, ¿Por qué así lo dejaste Y no tomas el robo que robaste? Descubre tu presencia Y máteme tu vista y tu hermosura, Mira que la dolencia De amor no bien se cura, Sino con la presencia y la figura.

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