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EE q | | AMA > có 386 FLORES DEL CLAUSTRO nube que oculta el sol de mi felicidad. Tengo, vid mía, atravesado en mi corazón. como una flecha em- ponzoñada que me maltrata, que me entristece y que enturbia las que debieran ser serenas horas de mi vida. Tú ya sabes Jo que es: ¡mi iniquidad! ¡mis culpas!.... ¡Yo he sido para tí Herodes! ¡yo Judas! Por eso, cuando coloco tuimagen en mi regazo y la contemplo, paréceme que oigo estas palabras: ¡Cuántas espinas has puesto con tus manos en esta frente! Cuando acer- co mis labios 4 tu herido Corazón, oigo también allá en el fondo de mi alma la misma dolorosa voz que me dice: ¡Tú empuñaste aquella lanza! Si beso tus pies y tus manos, siempre la misma voz me repite: ¡Cuántas veces has remachado tú estos clavos! ¡Qué pena!.. entonces lloro sobre tí, complaciéndome en ver caer mi llanto gota á gota sobre tu herido Corazón, pare- ciéndome que lloras conmigo. Y viéndome precisada á limpiarte con la toca para que mi llanto no te man.- che, echo después una mirada sobre ella y la toca parece que me dice: ¡amor!, el hábito ¡amor!, la celda ¡amor!, todo ¡amor! ¿Pero á qué evocar estos dolorosos recuerdos cuando más goza mi alma? Quitame, vida mia, quíta- me esta flecha que traspasa mi corazón de parte 4 parte, Óó manda á esta nube que se disipe, siquiera en estos momentos en que mi alma contigo se recrea.... ¡Vida mia y Esposo mio! yo te haré olvidar con mis amores aquel tiempo perdido. Borra tú del libro de mi vida esos años infelices, que yo me pasaré los que aún me resten, llorando mis últimas rebeldías, mis últimas ingratitudes. ¡Sí, Jesús de mi alma, las últimas! De aquí en adelante viviré sólo para tí; y tu amor y sólo tu amor será el blanco de mis deseos y el objeto de mis pensamientos.
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