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20 LA VIDA RELIGIOSA do estábais dormidos en las tinieblas del mundo y de la culpa, yo os desperté con la luz esplendorosa de la vocación divina. No me habéis elegido vosotros á mi, sino yo os elegí misericordiosísimamente á VOSOtros para haceros plantas fructíferas del jardín de mis amo- es. Yo soy el que os elegí desde toda la eternidad, el que os hice nacer de padres cristianos, el que os admi- tió en el seno de mi Iglesia, el que os libró de muchos males en que otros cayeron, el que os sacó del mundo, el que os trajo al claustro, el que aquí ha dado á yues- tras almas mano de esposo y ósculo de eterna paz, y, por último, el que ha hecho todo eso dejando en el mundo á otras almas que me hubieran servido mejor, me hubieran amado más y me hubieran sido más fieles que vosotras. No han sido vuestros méritos, sino mi piedad y clemencia la que os ha elegido entre milla res. Eyo ele ¿gi vos! Pero, ¡Jesús de mi alma! ¿qué vieron tuz ojos en nosotros para escogernos con preferencia á los demás? ¿Qué había en nosotros para ser preferidos á nuestros hermanos? ¿Qué viste en mí, dulce Amor mio, para lla- marme aquí á tu casa, dejando allá fuera tántos y tán- tos? ¿Qué había en mí que te pudiese agradar? Mi vida daña fué un tegido de miserias y pecados; junto á mí se criaban almas inocentes ¡; pues ¿cómo las dejaste á ellas y á mí me elegiste? ¡Oh graciosísima elección! ¡Oh bondad inefable! ¡Oh amor nunca pensado! Dime, Vida mia, ¿qué viste en mi? ¿Qué servicios te hice? ¿Con qué obras te obligué, á que para tí me eligieras? ¡Oh maravillosa largueza é incomprensible misericor- dia! que, sin haberlo yo merecido, sin tú nec esitarme para nada, por pura bondad me has favorecido con tu gratuita elección! Los serafines te alaben por mí, Dios mio, y mialma te sea eternamente agradecida, y yo no pierda nunca de vista tan señalada merced.

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