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Y ARRULLOS DE PALOMAS 379 alma, y aun siguiera dando tumbos por ella ¡oh Jesús mio! si tu mano generosa no me hubiera detenido á tiempo. Ligero bajel surcaba las rizadas olas del mar, cargado de preciosas mercancías: por entre las juntu- ras de sus tablas comenzaron á filtrarse pequeñas gotas de agua; la fuerza del elemento, trabajando so- bre la imperceptible abertura, convirtió las gotas en diminuto hilo de agua, casi invisible 4 los ojos: aquel hilo acrecentó el agujero, y cuando lo vinieron á notar el bajel se inundaba y zozobraba, y se hubiera sumer- gido si una mano experta no lo desocupa y tapa la peligrosa abertura. Esta barquichuela he sido yo: yo, que cuando más esmero debía poner en servir á mi Esposo y mi Dios con toda fidelidad, comencé á no hacer caso de cosas pequeñas, á despreciar los temores de mi conciencia, á desoir las inspiraciones de la gracia, á negarle á Dios los pequeños y diarios sacrificios que Él me pe- día, hasta que lo alejé de mí, y dejé abierta en mi alma la entrada á las aguas de la relajación, que pe- netraron en ella y casi la hicieron zozobrar. ¡Ay de mi! Este bajel se hubiera sumergido en el mar amargo de la culpa si una mano experta y bondadosa no des- aloja aquellas aguas y cierra aquella abertura. ¡Con qué confusión lo escribo! Joven incauta, necia y loca, corrí por los verdes prados de mis antojos é infidelidades hasta llegar á caer en oscuro y seco pozo; porque no tenía aguas no me ahogué, que de tenerlas.... ¡infeliz de mí! Pero si las aguas de la iniquidad no me ahogaron, estuve á punto de perecer por consunción en el pozo de la tibieza. ¿Cómo no bendecir lá mano que me sacó de él? ¿Cómo no llorar el tiempo que en él estuve metida?

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