BCCPAM000540-5-07000000000000

A dal A eem a € mue ii AAA A AT ES 378 FLORES DEL CLAUSTRO apacienta: ¿cómo ha de venir á este corazón ingrato que sólo ortigas produce? Y transida de penas lloraba sobre mi alma como el Profeta sobre las ruinas de Jerusalén. Por entonces enfermó una de mis hermanas, y puesta en el último trance de su vida, vino el Dios de la Eucaristía á visitarla. Yo salí á recibirle, como las vírgenes necias, con mi lámpara apagada, y me arrodillé junto á la mesa, al pié del Copón bendito, que con mágico poder me arrastraba,hacia sí. Al tra- vés de mi velo fijé en él una mirada compungida y ar- diente, con la cual ¡oh Jesús mio! te quería decir estas palabras: ¡Cuánto te debo! y ¡cuán mal te pago! ¡Cuán- to me amas! y ¡cuán mal te correspondo! Lágrimas ardientes acudieron á mis ojos: mi cora- zón estuvo á punto de estallar en explosión de sollo- zo8 y gemidos, y tuve que huir 4 la soledad para que no conocieran la agitación de mi alma. Pero en vano busqué alivio en la soledad de mi celda, porque aque- lla noche me oprimían sus paredes, y tuve que salir al patio á respirar el aire puro y contemplar el cielo estrellado. Allí, temiendo hablar con Dios, hablaba conmigo misma diciendo: Yo no puedo vivir así. Yo no puedo tirar de este modo por más tiempo. Alma mia, tú no vas á pensar ya más que en Jesús. Corazón mio, tú no vas á palpitar ya más que por Él. ¡Puera tibieza, que voy á servir ya á Dios con fidelidad! Y así me lo propuse.... pero ¡ay de mí! al otro día falté á mis pro- pósitos y continué en mi vida tibia. La tibieza es un gusano que poco á poco va royen- do la raíz del arbol, hasta dejarlo sin vida, si antes no le dán á él muerte. Es una pendiente resbaladiza en la que, si ponemos el pie y damos un paso, no se sabe dónde iremos á parar. Por esa pendiente rodó mi

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz