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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 341 pendiar el contenido de todas en breves máximas: trabajo que me lo dará hecho nuestro B. Diego de Cádiz, como verás en la siguiente Mas antes de soltar la pluma voy á dar la voz de alerta á las monjas de clausura, hoy en visible deca- dencia y tal vez llamadas á desaparecer mañana, si Dios no lo remedia y ellas no ponen de su parte cuanto puedan. Cuando en frondosa arboleda se ve brotar y levantarse lozana una nueva generación de árboles, es indicio cierto de que. su dueño trata de arrancar los antiguos ó entresacarlos, dejando solamente aquellos más robustos, de los cuales espera recoger fruto abun- dante. Pues en el campo fertilísimo de la Iglesia cató- lica se ha visto brotar en este siglo, que va á espirar, una nueva generación de plantas vigorosas, nuevos institutos religiosos de mujeres que, llenos de vida y de fervor, están satisfaciendo grandes necesidades sociales, atrayendo sobre sí las bendiciones de Dios y de los hombres, las vocaciones y limosnas que antes eran patrimonio de las monjas claustrales. ¿Será esto indicio de que Dios, en sus inexcrutables designios, quiere sustituir las religiosas antiguas con estas con- gregaciones modernas? No lo sé; pero sí sé que las órdenes y comunidtdes religiosas son árboles planta- dos por Dios en el jardin de su Iglesia santa; y que mientras estos árboles den fruto y cumplan el fin para que Dios los plantó no serán cortados; mas si dejan de dar fruto por envejecidos y en vez de hermosear el jardín lo afean, entonces ciertamente serán arranca- dos y sustituidos por otros. Por eso las monjas de clausura debían poner un empeño muy grande en la extricta observancia de su regla: en conservar “el espíritu de fervor donde esté floreciente y en restaurarlo donde esté decaído; en llevar una vida de abnegación y sacrificio, de amor y Pa. OS a O
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