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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 323 una viña, ¿Qué campo es éste que mira y considera con tanta atención la buena Prelada? No puede ser otro que el vasto y fertil campo de la perfección religiosa. En éste pone ella sus ojos, y no para hasta comprarlo y poseerlo, aunque le cueste desvelos, y lágrimas, y exhortaciones, y penitencias, y desprecios, y ayunos, y persecuciones y todo género de penalidades. Y cier- to que todo lo. puede dar por bien empleado, si logra apoderarse de él y apropiárselo para sí y para sus hi- jas, pues con su posesión le vendrán juntamente todos los bienes. Este campo lo compra la Prelada á todo trance, no para tenerlo baldio ni convertido en erial; sino para plantar en él una viña con el trabajo de sus manos. 'Podo el cuidado de la buena Prelada ha de ser, trabajar por convertir su convento en jardín de flores divinas, en viña fructífera de virtudes donde el Áma do venga á pasearse, á coger flores y frutos, á recrear se con la fragancia de unas y el sabor de otras. Sólo asi tendrá contento al Esposo divino y sólo asi podrá hacerle aquella amorosa invitación de la esposa de los cantares: “Ven, amado mio; salgamos al campo, levan témonos temprano á pasear por la viña, veamos si la viña florece, si las vides están en ciernes y cuajan bien el fruto.., Y si ella pone en esto todo su cuidado, tenga por seguro que Jesucristo morará en su conven.- to y en cada una de sus religiosas. Pero ¿qué fin se propone esta mujer fuerte al plan- tar tal viña? Pues no otro que el de coger abundante cosecha, para brindar á su Amado'con el vino del amor. ¡Amor de Dios! he aquí el fruto que produce el campo de la perfección y la viña en él plantada; á con- seguirlo debe ella dirigir todos sus esfuerzos y no pa- rar hasta ver á sus religiosas ardiendo en amor divino y rebosando amor de Dios por todas partes, medio el más poderoso que existe para hacernos santos.

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