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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 311 Todas á una voz piden ejercicios espirituales; todas están ansiosas de perfección; todas claman á su con: fesor ó su Prelado que arregle la comunidad; y el arre- glo no se hace, porque para hacerlo hay que quitar á vada cual el puesto que ocupa, poniéndolo en otro; y eso no lo quieren ni las mismas que piden reforma, arreglo y ejercicios. En estas comunidades es imposi. ble hacer florecer la virtud en común, porque todo está en ellas desordenado y fuera de quicios. Dime: si vieras un hombre con los ojos en los pies, la cabeza en la cintura, la boca en las rodillas, las orejas en los codos y las manos en las espaldas, ¿no te parecería una monstruosidad digna de risa si no mo: viera á espanto y compasión? Pues así puede verse al- guna comunidad en la cual todo sea moONStruoso, porque ninguna ocupe el lugar que le corresponde, sino el que escoja su ambición ó el que le dé la envi. dia. Y allí será cabeza la que debía ser lengua, y len- gua la que debía ser pies; y todo andará trastornado y fuera de concierto merced á unas malas elecciones; y mientras estén las cosas así, no hay arreglo ni per- fección posible, y son inútiles las pláticas, inútiles los ejercicios, inutil todo, hasta que todo entre en caja y cada una ocupe el lugar que le corresponde: no el que ella desea, ni el que su ambición pretenda, ni el que le dé el capricho de una necia que en todo se mete, sino el que Dios le dé por medio de la obediencia. He aquí el único remedio, y éste no se pondrá, porque antes de llegar las nuevas elecciones, unas irán pidiendo un puesto, otras que las dejen libres del cargo, y todas buscando una Prelada á su gusto para que las deje ha- cer su propia voluntad. ¡Qué engaño y qué aluci- nación! Tristísimo es lo que pasa ó ha pasado alguna vez sobre este particular. Unos cuantos meses antes de lle-

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