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Ó CARTAS Á-SOR MARGARITA 299 se inclinan ála parte opuesta, habiendo algunas que miran al confesor como un empleado de la Comunidad para oir faltas y dar absoluciones en días determina. dos: y esto claro es que menoscaba la autoridad del confesor y su representación divina. Á este menoscabo contribuyen mucho ciertos chistecillos sobre la senci- llez del confesor y su modo de proceder, chistes que corren de boca en boca con aprobación de la Prelada, labrando el descrédito del confesor, al cual descrédito contribuye ella, tildando á la súbdita que se entretie- ne algo. en el confesonario, y quizás señalándole la materia y duración de las confesiones. ¡Parece increí- ble á donde ha llegado la temeridad de algunas Supe- rioras en este punto! Y yono creería, si no lo hubie- ra leído en consultas elevadas á los Prelados y á la Santa Sede, que en algún tiempo y en algnna Comuni- dad se han reprendido á las religiosas que empleaban más de seis minutos en confesarse, ó se les tiraba ca- llandito del velo para que se levantaran, aunque les quedara su conciencia alborotada como el mar en días de tempestades. Esto es horrible, y temo por la Supe- riora que lo haga y por la salvación de las súbditas que á la fuerza lo practiquen. Repruebo con toda el alma que una religiosa emplee cada semana una ó más ho- ras en confesarse, porque sé que eso es perder tiem po; pero repruebo más aún que se le marquen cinco 6 seis minutos para confesarse, porque esto es ahogar el alma y arrancar la libertad y la tranquilidad de con- ciencia, tan necesaria en la vida religiosa. Esta reprobable tiranía nace casi siempre de celo indiscreto ú orgullo mal entendido; es decir, de tener- se por:una ofensa á la Congregación el pedir consejo fuera de ella, ó de querer la Superiora ser la única consejera en la Comunidad, la única directora de sus súbditas, invadiendo así el terreno de la conciencia y il | il o
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