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290 LA VIDA RELIGIOSA pletamente á tu servicio es romper de un golpe todas las cadenas que nos atan al suelo, y cobrar alas para volar por más altas regiones. Al hacerme, pues, tu sier- vo, rompiste mis cadenas y me diste la verdadera li- bertad. Rompiste la cadena de las riquezas fraguada con eslabones de ambición y cuidados roedores; la ca- dena de las vanidades y galas, que sólo sirven para ocultar fealdades, deformidades y miserias; la cadena de la negra honrilla bajo la cual gimen tantos, oprimi- dos con su peso; la cadena de los deleites, cadena afrentosa con que el mundo ata á sus esclavos; la ca- dena de las pasiones, y la cadena de la propia voluntad con que los hombres tan facilmente se dejan aprisionar del demonio. Todas esas cadenas rompiste para darme libertad, y por eso debo ofrecerte sacrificios de ala- banzas. Dirupisti vincula mea; tibi sacrificabo hostiam laudis. Lo que hacen, Señor, los ángeles en el Cielo, can- tando tus glorias, alabando tu grandeza y bendiciendo tu bondad, eso mismo haré yo en la soledad de mi claustro para ser angel de la tierra y pagarte aquí con cánticos de amor y gratitud lo mucho que te debo. Ni de día ni de noche cesaré de cantar tus alabanzas, porque, cuando se cierren mis labios, gemirá mi cora zón, hablarán mis obras; y mis penas y dolores sufridos en paz por tu amor serán para tus oídos harmonía más grata que la de cítaras angélicas, porque lo haré todo y lo sufriré todo, invocando tu nombre, el nombre del Señor. Et nomen Domini invocabo. Y con el aliento que esta dulce invocación infunde en mi alma, cumpliré fielmente mis votos al Señor; y porque así lo exige la fidelidad, lo pide la gratitud, lo demanda la justicia y lo ordena la religión, se los cum- pliré delante de todo su pueblo. Vota mea Domino red- dam in conspectu omnis populi ejus,

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