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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 289 abandónalo todo! ¡déjalo todo por Dios! y aquí en la soledad del claustro, alejada del mundo, oculta á los ojos de los hombres, muere á tí misma, para que tu vida esté escondida con Cristo en Dios. Cumple con perfección tus promesas y vive santamente, si quieres tener un fin dichoso y una muerte preciosa en el acata- miento de Dios, porque escrito está: Pretiosa in conspe- ctu Domini mors sanctorum ejus. ¡Dichosos los santos que muertos al mundo y á sí mismos, reposan en Dios, sirviéndole con-fidelidad du- rante la vida! ¡Oh qué cosa tan dulce, tan grande y tan gloriosa es este servir al Señor! ¡Servir á Dios es reinar! reinar sobre el demonio enemigo de Dios, es reinar so- bre el mundo, semillero de pecados y conjunto de to- das las pasiones malas. El desgraciado que no sirve á Dios con fidelidad, se pone al servicio de sus propias pasiones, del mundo, del pecado y del demonio, porque demonio, mundo y carne, pasiones y pecados reinan sobre el pecador, y lo dominan como á esclavo misera- ble; mas el verdadero siervo de Dios reina sobre todo eso y sobre mucho más que no es dado al hombre decir; porque cuanto mayores su santa y voluntaria servidum- bre, tanto más grande es su dominio sobre el reino de la naturaleza y de la gracia, pues la gracia y la natu- raleza, el mundo visible y el invisible los pone siem- pre Dios á disposición de sus verdaderos siervos. ¡Oh qué gran cosa es ser siervo de Dios! Y esa dicha nega- da á tantos me la concede Dios á mí, haciéndome su siervo. ¡Sí, Dios mio! por dicha mia soy tu siervo, soy tu esclavito, hijo de la Religión Seráfica que tiene á gala ser tu sierva. ¡O Domine quia ego servus tuus; ego servus tuus et filius ancillae tuae! Ser tu esclayo, ¡oh mi Dios! es la mayor libertad que conozco en el mundo; ser tu siervo es la honra más alta á que puede aspirar el hombre; y entregarse com- 19
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