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288 LA VIDA RELIGIOSA supe. Sus bondades sin cuento iluminaron mi vida con los destellos de su amor y de seguida apareció en mi horizonte la aurora de la vocación religiosa. Oí la voz de Dios que me llamaba para si, y yo, confundido con el peso de sus favores y desconocedor de su destino, le con- testaba: ¡Sí, Dios mío! ¡quiero dejar el mundo, quiero seguirte; pero guíame tú, condúceme tú, que yo ignoro las sendas de tus escogidos! Y Él me guió al través de largo y penoso camino, me alentó en mis desmayos, allanó las mil dificultades que se oponían á mi marcha, superó todos los obstáculos que se presentaron y me trajo aquíá su palacio para :lamarme su hijo y hacer- me su siervo ¿Con qué pagaré al Señor tantos benefi- cios? ¿Qué le daré en retorno de tanto como me ha da- do? ¿Con qué le retribuiré mercedes tan señaladas? ¿Quid retribuam Domino, pro omnibus que retribuit mihi? Ya sé lo que debo hacer para pagarle. Tomar el caliz salutífero en mi mano, aplicarlo á mis labios y apurar hasta su última gota, invocando el nombre del Señor. Calicem salutaris accipiam, et nomen Domini in- vocabo, ¡Sí, Padre mío y Dios mio! Yo quiero cargar aquí con el yugo de la penitencia, quiero colocar tu cruz como sello sobre mi pecho, mortificarme y padecer por tí. Aquí, lejos del mundo, encerrado y prisionero de amor, yo haré de la pobreza mi tetoro, de la obedien- cia mis delicias, de la castidad mi gloria, de la clausu- ra mi recreo; y así te cumpliré mis votos en presencia de tu pueblo entero. Vota mea Domino reddam coram omni populo ejus. Cumplir sus votos es el primer deber de un alma religiosa y ese cumplimiento es la cosa más aceptable que puede hacer á los ojos de Dios y la más provecho- sa para sí misma: por eso, ¡¡alma mía!! ¡olvídalo todo,
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