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276 LA VIDA RELIGIOSA como al santo Job, y cuando él afirme que estás perdi- da, que no hay remedio para tí, y que Dios no habita en tu alma; entonces, no lo creas, pobrecilla! Acuérda- te de que Cristo estaba enla barquichuela, á pesar de que la inundaban las amargas olas: acuérdate de que Cristo dormía entonces muy tranquilo, como aparenta dormir ahora, sin acudir á tu socorro. Acuérdate de eso, y cree que Jesús navega, aunque dormido, en la nave de tu alma; y nave en la que él navega no puede pere- cer ni naufragar, por más combatida que esté de los en- furecidos mares. Otra de las cosas dignas de atención que hay en ese pasaje, es la pregunta algún tanto irreverente con que los discípulos se quejaron de su Maestro. “Se- ñór, ¿no se te dá nada que perezcamos? Estaban los pobrecillos luchando con la tormenta, les faltaban las fuerzas, se veían naufragar y esto les obligó á decir una expresión que en otras circunstancias normales hubiera sido poco respetuosa. Tal vez tú también al sentir levantarse contra tí las furias del averno, al verte arder en el fuego de la ira ó de otras pasiones, exasperada interiormente y llena de irritabilidad, pro- rrampirás en amargas quejas contra Dios, creyéndote abandonada. Estas quejas que en otra ocasión serían pecaminosas, en esa no lo serán con tal que, á imita- ción de los discípulos, las dirijas al Salvador humilde- mente, diciendo: “¡sálvame, Señor, que perezco!,, Y aqui es mucho de notar que Jesucristo se levan- ta de seguida y reprende á sus discípulos; pero no los reprende porque le han despertado; no -porque se han quejado de Él tan amargamente, sino porque no han confiado en su bondad y en su providencia; porque han creído que, durmiendo, no los podía socorrer. Esta es á mijuicio la mayor falta y la más facil de cometer en ese estado de prueba; las dudas y desconfianzas inju-

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