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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 275 vantó una gran tempestad de viento que bamboleaba la barca, llenándola de agua, de tal modo, que estaban á punto de hundirse y naufragar. Cuando ya las olas casi cubrian la nave, se llegaron á El y le despertaron gritando: Maestro, ¿no se te da nada que naufrague- mos? ¡Sálvanos, Señor, que nos ahogamos! Y levantán- dose Él, increpó al mar diciéndole: ¡Cálmate! y cesó la tempestad, sucediéndole una tranquilidad apacible. Entonces se volvió á los discípulos y les dijo: Hombres de poca fe, qué es lo que teméis? Y ellos temerosos y maravillados, decían entre sí: ¿Quién será éste que manda al viento y al mar y ellos le obedecen? Y pasa ron á la otra orilla del mar.,, Muchas cosas hay que notar en este hecho referido hasta en sus menores detalles por tres evangelistas; pero ante todo quiero fijar tu atencion en que la tor- menta se cernia sobre la barca, á pesar de estar Jesús en ella; y que El entre tanto dormía, y aparentaba no cuidar de la nave, ni del peligro de sus discípulos. ¡Qué lección tan admirable nos da aquí el Salvador! En ella nos enseña á no creer que estamos abandonados. de Dios ni dejados de su mano, por más que nos falte la paz del alma, por mas que suframos las violencias de enemigos interiores y exteriores, por más que horren- da tempestad de tentaciones se levante contra nosotros y nos ponga á peligro de perecer y sucumbir. En ella nos dice Cristo que no tenemos razón para abandonar- nos al llanto, ni á la tristeza, ni á la desconfianza, por más que Él esté dormido, por más que no oiga nuestros gemidos, por más que aparente no cuidarse de noso- tros y por más que veamos ya ir á pique la fragil nave- cilla de nuestra alma, Sí, Margarita; cuando seas objeto de ataques infernales; cuando te sientas casi sumergi- da en el tenebroso mar por donde navegas; cuando el demonio te diga que Dios te ha puesto en sus manos

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