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Ó CARTAS ÁSOR MARGARITA 9 sustentarlo y llevarlo adelante, ¿cuántas dificultades no hay que superar, y cuántos sacrificios no hay que hacer? ¿Pues qué diré de sus modas, de sus leyes, de sus etiquetas y cumplimientos? ¡Verdaderamente es pesado el yugo y durísima la cadena que arrastran los mortales en la cárcel del mundo! Pero á nosotros nos quitó Dios delos hombros esa grave carga de las leyes, obligaciones y fueros ¡mundanos, rompió las cadenas que nos detenían en esa triste cárcel, nos dió libertad y nos trajo á su casa para que aquí le ofrezcamos sa- crificios de alabanzas. Sacrificabo hostiam laudis. Es también el mundo para el alma cristiana, 4 ma- nera de intrincado laberinto, que tiene facilisima la entrada y muy dificultosa la salida. Entra el hombre en él, cuando llega al uso de la razón, y el desdichado camina sin tino y sin norte fijo, dando vueltas por sus calles y encrucijadas sin acertar con la salida; y allí quedaría para siempre sepultado, si una persona dies tra no le guiara de la mano y lo sacara libre de entre aquellas vueltas y rodeos. Así andábamos nosotros, perdidos y embobados en el laberinto del mundo, y hu- biéramos estado en él toda la vida, si la mano miseri- cordiosa de nuestro buen Dios no nos hubiera guiado por sus tortuosas sendas, y nos hubiera sacado de entre sus tinieblas para traernos á la región de la luz y de la gracia. Allá nos tenía el mundo presos entre sus redes, y nuestras almas gemían aprisionadas, como el pajari- to, que llena los aires de clamores, cuando se vé preso en Ja liga ó en el lazo del astuto cazador; pero Dios oyó benigno nuestros gemidos, y con piadosa mano nos dió libertad, para que aquí en su casa, gozando de ella, podamos cantar como David en sus salmos: Mi al- ma salió alegre de entre las redes del mundo, como pá- jaro que escapa de los lazos del cazador: los lazos fue- ron deshechos, y mi alma quedó libre. (Psl. 123).

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