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E RA AAA A A A de 256 LA VIDA RELIGIOSA sobar; y por eso le repugna la sujeción, la obediencia y la sumisión á todo lo que no sea según su capricho y querer; y esa inflexibilidad, esa tensión y esa dureza no se ablanda ni se doma más que á fuerza de abnega- ción, á fuerza de violencia, según el aforismo de San Gregorio: Contrariis contraria curantur. Es verdad que en esa violencia ha de entrar y no en pequeña dosis el bálsamo de la caridad para suavizarla y que no haya quiebras; pero con todo, así como el aceite solo no bas- taría para dar flexibilidad al cuero crudo, sin su co- rrespondiente sobadura; así tampoco la sola dulzura y condescendencia de un Superior no bastaría nunca pa- ra rendir la voluntad del súbdito á la perfecta obe- diencia, si no emplea con él frecuentemente el ejerci- cio de la abnegación, de modo que en la obediencia no busque otra razón que la obediencia misma. Bien entendían esta doctrina los santos y maestros de la vida espiritual, y fundados en ella mandaban á sus discípulos cosas que hoy los religiosos superficiales y de poco espíritu llaman ridiculeces. A unos manda- ban plantar un palo seco y regarlo muchas veces; á otros sacar agua de un pozo y echarlo en otro; á otros deshacer por la tarde lo que habían hecho por la ma- fiana; á otros plantar la hortaliza con la raiz hacia arriba y las hojas para abajo, como hizo nuestro Padre San Francisco con aquel novicio; y ¡ojalá que este ejer- cicio de abnegación del propio juicio se usara mucho entre los religiosos en estos desgraciados tiempos de racionalismo y liberalismo! ¡Ojalá que los superiores y maestros de novicios lo emplearan con frecuencia! por- que á ello obliga una razón muy poderosa. El nuevo en religión es un arbolito tierno, facil de enderezar, y tomar la forma que se le dé; pero si se le deja crecer según su mala inclinación, torcido se quedará siempre, y cuando más adelante se le quiera enderezar, ya no
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