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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 255 ta, porque la razón me dice. que la verdadera compa- sión del médico consiste muchas veces en ser cruel, en cortar y apretar la llaga, hasta que salga la podre que encierra y mane sangre. pura, única manera de sanar. Y aunque algo de esto que sospecha mi malicia eupiera en el superior, no puede caber jamás en aquel Médico Divino que dirige la cura desde lo alto y ha to- mado á éste de aquí abajo por instrumento de mi-sa- lud. ¡Vengan, pues, apretones sobre mi llaga! corte, pinche y queme por donde quiera la obediencja santa; priíveme de lo que me agrada y mándeme lo que me repugna, que yo, como buen enfermo, me sujetaré á su régimen, lo haré todo, y me privaré de todo, según sus prescripciones: pues sé que por ese medio adquiri- ré salud robusta, esa salud del alma cuya esencia es la santidad, que tiene por base el sacrificio y por corona el amor divino con sus consuelos inefables.,, Estas sólidas reflexiones son medicina segura para todos los juicios que se ofrezcan contra la obediencia; pero no es esto todo, porque así como en las enferme- dades corporales la curación depende tanto de la dis- posición del enfermo como de la práctica y destreza del médico; así también en las enfermedades y mise- rias de que vamos tratando, la curación radical no de- pende sólo del que obedece, sino también de quien manda. Buena es, y mucho vale la disposición de ánimo en el súbdito; y si la tiene tal como indican las refle- xiones que acabo de hacerte, será sin duda buen obe- diente y cometerá pocos defectos contra su voto; pero no depende todo de él, y si tuviera un superior exper- to que le ayudara, llegaría á la cumbre de la perfección en esa virtud de la obediencia. Nuestra voluntad, por causa de la enfermedad de que te vengo hablando, es naturalmente rebelde, indó- mita, tiesa y poco flexible, como cuero sin curtir ni

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