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yr 254 LA VIDA RELIGIOSA haciendo consigo mismo éstas 6 parecidas reflexiones: “Como estoy enfermo, no encuentro gusto á la comida sana y provechosa; apetezco todo lo que me puede da- fiar, y me repugnan las medicinas y manjares que me pueden aprovechar; pero no me conviene dejarme en- gañar de mi apetito de enfermo, porque de lo contra- rio la muerte no se hará esperar.,, Pues, esta es la cuenta que cada religioso debe echar consigo mismo: y en ella tendrá un remedio se guro para todas las faltas que suelen cometerse contra la santa Obediencia. ¡Oh qué buen remedio es este, cuando se ofrecen juicios y objeciones contra lo man- dado! “Mi pobre naturaleza está enferma por el peca- do, y mi enfermedad se llama orgullo, ese orgullo de la rebelión que tiende al absurdo de la independencia absoluta: y como enfermo, no sé apetecer sino lo que me daña, ni aborrecer sino lo que me aprovecha. Mi amor propio y mis pasiones desordenadas tienen re- pugnancia y asco á la medicina de la obediencia, y apetecen la verde fruta del propio querer y de la pro- pia voluntad. No necesito yo más que ésto para conocer que mi enfermedad se va agravando, y que empeoraré, sino tomo la medicina, y que moriré si satisfago lo que se le antoja á mi indómita voluntad. A grande mal me expongo, si quebranto el régimen que me ha impuesto el médico de mi alma, y temibles complicaciones ten- drá mi enfermedad, si no me sujeto á la obediencia. Corte, pues, el superior por donde quiera y haga lo que guste, que á mí me toca obedecer, seguro de que por ese camino conseguiré mi salud. Tal vez á mi amor propio le parezca que el superior manda sin fun- damento; tal vez me quiera hacer creer que este médi.- co de mi alma es cruel, que corta sin compasión, saja sin piedad, aprieta sin temor y se rie de verme sufrir: pero estos son delirios de mi imaginación calenturien- A AS

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