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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 247 las religiosas por este camino! Parecería mentira, si la experiencia no lo enseñara. Acaba una Prelada el tiempo de su oficio, y dos ó tres paniaguadas, que du- rante aquél han hecho lo que han querido, al ver que con la Prelada entrante no pueden hacer lo que ha- cian con la saliente, se van á ésta y le dicen con una suavidad de dos mil diablos: «Madre, no se apure S. R., que nosotras somos las mismas; mándenos como antes, que para nosotras 5. R. será siempre la madre y nadie más., Ésta, si es mujer fuerte y de virtud, las mandará á paseo ó les inculcará la sumisión y.el cari- ñoála nueva Prelada; pero si es débil y tonta cree aquellas palabras, cae en el lazo del demonio y se ha- ce cabeza de motín contra la nueva Prelada y contra Dios, á quien representa. Y no se formará una vez la camarilla sin que salgan á relucir los defectos de la Superiora y se haga burla de su modo de proceder. Para ofuscar más á esas infelices religiosas, el de- monio les hará ver todos los defectos aparentes de la que está en lugar de Dios; de tal modo que, aunque pinte santos, serán diablos; y al mismo tiempo presen- tará á la otra tan perfecta, tan digna de ocupar el pri- mer puesto y tan santa, que no le faltará más que ha- cer milagros. Y, cuando las cosas llegan á este punto, ya el diablo las tiene cogidas en la trampa de ver en la Prelada no la representante de Dios, sino la mujer llena de faltas y despreciable por sus defectos; mien- tras que de la otra har hecho su ídolo, al cual veneran como á un semidiós, sin reparar que en ella no adoran más que á sus propias pasiones, la rebeldia, la desobe- diencia y el non serviam del maldito Luzbel. Esta es una de las causas que dan por resultado los bandos y divisiones, peste de la vida religiosa. Donde tal calamidad exista, miren las hijas del claus- tro de dónde tuvo principio, y hallarán que provino del
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