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La 242 LA VIDA RELIGIOSA pechas y juicios contra el superior, porque son á mane- ra de fuego que reduce á polvo el lazo precioso de la obediencia. La antipatía nace siempre de soberbia ó de envidia; de lo primero, si uno se juzga más favore- cido que el otro en dones de naturaleza; y de lo segun- do, si sucede lo contrario; y en ambos casos, ¡ay de l: religiosa víctima de cualquiera de esos vicios! porque ellos trocarán la antipatía en aversión, y ésta acabará con la obediencia y con todas las demás virtudes. Las prevenciones, sospechas y juicios contra la obe- diencia nacen casi siempre de un corazón maleado y lleno de miserias. El hombre caído tiene la negra fata- lidad de colocar fuera de sí sus propios deseos y pen- samientos, atribuyéndoselos á los demás; tiene la mal- dita inclinación de medir á los otros con su propia medida, de juzgar por su corazón el ajeno; y como el suyo es tan ruín y miserable, que puesto en lugar del Superior obraría con fines torcidos y miras aviesas, juzga y sospecha que el Superior obra del mismo modo llenándose de prevenciones contra él y echándolo todo á la peor parte. ¡Oh qué miserablemente se porta la re- ligiosa que esto hace, y cuán nauseabundo debe ser su corazón álos ojos purísimos de Dios! Del fondo de su miseria brotará bien pronto, si ya no ha brotado y cre- cido la repugnante aversión y el triste descontento que harán de su vida una vida de infierno. A las prevenciones, sospechas y juicios siguen, como la consecuencia á sus principios, ó como la soga al caldero, las críticas y murmuraciones contra lo man- dado ó contra quien lo manda. Esta es la peste de la religión, cosa tan aborrecible para Dios, que en la Ls- critura santa dice Él que la detesta y abomina con toda su alma. Sembrar discordias entre los hermanos ya es cosa detestable para Dios, porque va contra la caridad; pero sembrar y fomentar discordias contra los prela-
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