BCCPAM000540-5-07000000000000
Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 229 arbol de la religión, de tal modo que hasta donde llega la savia de la obediencia, hasta allí y no más, llega el verdor y lozanía del arbol religioso. En el arbol. la ra- ma 6 el pimpollo que no participa de la savia de su tronco, se seca sin remedio, y por tanto queda estéril para fructificar; y en la Religión apenas se aparta uno de la obediencia deja de fructificar para el cielo, queda estéril, se seca y no vive vida de religioso, porque no participa de la savia que corre por las venas de ese arbol bendito. Por eso te decía y te repito que el reli- gioso sin obediencia no tiene de religioso más que el hábito y el nombre; como la rama seca de un arbol no tiene de rama más que el nombre, pues en realidad no es otra cosa que leña seca para el fuego. Es, pues, la obediencia religiosa lazo que da tra- bazón y unidad al edificio de la religión, juntando y uniendo con fuerte y poderosa lazada á los miembros de la congregación unos con otros, y á todos con su ca- beza, estableciendo relaciones de dependencia entre súbditos y superiores. Tres son estas relaciones, debi- das al triple lazo con que se hallan misteriosamente unidos los religiosos de una misma congregación por medio de la obediencia santa. El primero es el de las reglas y constituciones á las cuales deben someterse todos los individuos de la congregación en la forma, modo y manera prescritos en los estatutos de la misma; porque desde el momento en que profesamos una re- gla aprobada por la Iglesia Católica, ésta con su ma- gisterio infalible y autoridad soberana nos impone la obligación de guardarla; y la sujeción y obediencia 4 esa regla, ó mejor dicho su observancia, impuesta á los que voluntariamente quieren abrazarla, es la primera lazada que une á los religiosos de una misma orden entre sí. Y aquí es preciso advertir que la regla de una or- A A o TA ES
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz