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224 LA VIDA RELIGIOSA diéndose contar (aunque de un modo pasajero) entre los bienaventurados. Y así suele ser, porque como afirma San Bernardo, los ángeles y bienaventurados tienen especial gusto en tratar con los que se retiran del bullicio del murdo y viven en soledad, lo cual es otra grande alabanza de la vida retirada. De aquí podemos colegir que la monja recogida y amante de su celda estará bien con Dios y lo hallará sin buscarlo; mientras que la religiosa disipada y poco amiga de su celda, no lo encontrará ni dará con Él, por más que lo busque por calles y plazas, como la Es- posa de los Cantares. De aquí proviene la sequedad y el desconsuelo de ésta, eomo el consuelo y dulzura de la otra; porque los ojos y el corazón, las lágrimas y los afectos se secan con los aires del mundo y se humede- cen con los del retiro. En él suele dar nuestro Señor la compunción dulcísima de los pecados y el llanto que lava, purifica, riega y fecundiza al alma; por eso San Basilio llama á la soledad manantial y fuente de puras y sabrosas lágrimas. ¿Pues qué diré de la paz que el alma goza en la so ledad de la celda? Allí tienen fin todos los pleitos, rencillas y quejas de la mísera condición humana, porque un religioso retirado no tiene quejas de nadie más que de sí propio. Ya lo dijo San Pedro Damiano cuando exclamó: ¡Oh soledad venturosa y qué fuerza tienes para templar los desasosiegos y turbaciones del alma! En tí se apaga la llama de la ira y se adormecen las pasiones, y se endulzan los amargos sentimientos y se libra uno de los juicios, siempre injustos, de los hombres! Sobre estos provechos tan grandes está el adelanto espiritual y el aumento de méritos que se al- canzan en el retiro; que por eso lo llamó San Basilio tienda de preciosas mercancías, porque, según dice el santo Doctor, la oración, el silencio, la guarda de los

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