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Q O CARTAS Á SOR MARGARITA y fila, para heredar su fortuna, colocarte en su lugar, y ser instruida en los santos deberes de la vida religiosa por medio de otra serie de cartas, parecida á la que es- cribí á ella sobre la vida espiritual. Y poco más abajo añades: “Espero, querido Padre, que no me negará usted ese consuelo; y más habiendo acabado Teófila por ser religiosa, y pudiendo aprovecharse ella y otras muchas de cuanto usted me diga. ¡Si supiera V., Padre mio, cuánta necesidad tenemos las pobres religiosas de ser instruídas en nuestros votos y sagradas obliga- ciones! Aquí siempre encerradas, sin tener á quién consultar las dudas, más que al confesor, que casi siempre viene de prisa; aquí, sin haber visto desde la pasada exclaustración un Padre de nuestra Orden que nos explique de viva voz la regla que nos manda guar dar estrecha y altísima pobreza; aquí, sin que nadie nos entienda, cuando le preguntamos algo de las cosas sobrenaturales que Dios obra en las almas que El quie- re; aqui, donde nos pegamos unas á otras los resabios que del mundo traemos, antes de adquirir la perfee- ción que venimos buscando; aquí, donde las costum- bres más triviales adquieren con facilidad el carácter de ley con pretensiones de irrevocable: aquí, en este huerto cerrado, jardín del divino Esposo, las plantas necesitamos muy mucho sus trabajos, porque las plan- tas crecen con el tiempo, envejecen con los años, y al cabo de ellos han menester quien las cuide y quien las limpie. Es verdad que esta comunidad florece todavía; como árbol plantado junto á la corriente de las aguas, como la oliva especiosa en el campo, ó como la vid frondosa asida al olmo; pero ¿qué vid no necesita de poda? ¿Qué olivo no cría marojo? ¿Qué árbol no nece- sita limpieza ó dirección? Mire, pues, V. si se le pre- senta un ancho campo que cultivar, y del cual pueda coger ópimos frutos.,,

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